Un niño sano quiere jugar de la mañana hasta la noche. Su
juego emana desde lo más profundo de su ser y le permite mantener de forma
fluida su fuerza vital, imprescindible para el crecimiento exuberante que está desarrollando.
Si un niño pierde el interés por jugar, casi siempre, es una señal indicativa de
que está enfermando.
Joan Almon
Que paséis un estupendo día.